En 1985, la historia de México tuvo uno de sus capítulos más trágicos. Con un dudoso saldo de 10 mil muertos, después del terremoto nuestro país sufrió, además, el abuso en la repartición de apoyos proporcionados por la comunidad internacional, cuyos envíos fueron evidentemente sesgados. Según datos del Fondo Nacional de Reconstrucción, de las 5,709 toneladas de productos donados, 3,898 tuvieron como destino el gobierno federal, mientras que lo sobrante fue para la Cruz Roja Mexicana. En suma, 396 envíos de 56 países fueron los suministros que jugaron un papel fundamental en el jineteo de donaciones que, hasta la fecha, no se ha podido aclarar con exactitud.
Por ello, lo sucedido en Japón difícilmente podría ser comparado. Al momento, la cifra de muertos alcanza más de 5 mil y los trabajos de rescate continúan. Esto, junto al riesgo latente de una catástrofe nuclear a raíz de la tensión generada por los problemas de la planta de Fukushima, ha orillado a los especialistas a suponer que, de suceder la tragedia atómica, se podría llegar a 70 mil muertos, terrorífico por donde quiera que se vea.
De ahí que no se permita la comparación entre México y Japón. El país nipón fue uno de los que mayor ayuda brindó a los mexicanos en 1985, por eso es conveniente considerar lo que ahora, 26 años después, estamos en posibilidad de hacer nosotros. De una cosa podemos estar seguros: lo que enviemos, llegará y se repartirá. Allá la burocracia nunca será más importante que su pueblo. La importante es exigir que lo que se mande, se haga íntegramente.
No vaya a pasar lo de Karl y Matthew en Veracruz, donde hay donaciones pendientes que hasta la fecha no han sido entregadas, según palabras del propio director del DIF Estatal, Juan Antonio Nemi Dib, con todo y que en su momento, tales apoyos fueron considerados “prioritarios” para la reconstrucción de los municipios afectados. Eso es lo más trágico.
México ¿dispuesto a ayudar? |
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