Por Miguel Ángel Gómez Polanco
La
vieja usanza está de regreso, no hay duda. ¿Y sabe qué es lo peor, amiga y
amigo lector? No estaría tan mal, si por lo menos se revolucionaran las “técnicas”
y las hipótesis del cinismo fuesen descartadas con acciones funcionales,
efectivas.
"Quien predica doctrinas que
sabe falsas a hombres que sabe idiotas; ese es un demagogo", decía el
escritor estadounidense Henry Louis Mencken, para definir a todo aquel que acude
a esta anticuada estrategia de comunicación, adoptada por la clase política y
tatuada a través del mercado de utopías lejanas al ideal democrático que México
requiere; tan contemplativas y desesperanzadas, que ni Marx hubiese podido
darle un giro a la terquedad en que se fundan.
Esta “terquedad” radica en el non grato deseo de cultivar, cosechar y
cautivar a un público mayoritario, maleable, desamparado y meramente cosificable “para los fines que al
interesado convengan”, haciendo que de su vulnerabilidad deriven los
instrumentos necesarios para perpetuarse en el poder. A este instrumento en
nuestro país, se le llama “voto”.
Bien decía Juvenal: al pueblo “pan y
circo”, aunque de a poco destaque un cambio precisamente en el receptor de los mensajes
de los últimos tiempos: la sociedad, cuyo actuar se involucra gradualmente en
un análisis que ya da sus primeros frutos. Las extrañas coincidencias de los
discursos provenientes del sistema, entroncan con las dudas generadas por el
hartazgo, dando como resultado que la demagogia encuentre un punto crítico del
que ha logrado salir airosa, pero quizás no por mucho tiempo.
Pero
hay algo más preocupante: la desfachatez mostrada para ubicar en el tiempo las explicaciones,
tan próximas entre acontecimientos afines y con modos de decirlas muy poco
ortodoxos, promoviendo un vocabulario lacerante y prácticamente etiquetador del
sector al que se dirigen.
¿Cuál
es el objetivo? Convencer y captar el máximo de simpatía con las acciones que
provean de certidumbre respecto a la administración pública.
Pero
las cosas tarde o temprano cambian ¿lo recordará quien recurre a lo
anteriormente explicado? Para muestra, un botón: el caso de la periodista
Regina Martínez Pérez; acaecida el pasado 28 de abril bajo circunstancias que
hoy “esclarecidas” -seis meses después- generan más dudas que tranquilidad.
Tal
vez sea porque según la ONU, mediante la
Comisión para Protección a Periodistas, aseguró este mismo año que México ocupa
el octavo lugar en el mundo con mayor peligrosidad para ejercer el periodismo.
O a lo mejor porque de este insufrible escalafón, subyace el “ostentoso” primer
lugar de Veracruz como estado de mayor riesgo para los mismos fines; esto, de
acuerdo con Frank Le Rue; relator para la promoción y protección de la libertad
de opinión y expresión del mismo organismo.
Ahora
bien: aunque estas posibles razones podrían sonar lógicas para dar prioridad al
asunto de la corresponsal de uno de los medios más frontales del país, como lo
es la revista Proceso; por descarado que parezca, el meollo se encontraría
focalizado en otro asunto: la promoción electoral no sancionable, edificada
sobre conductas institucionales defendidas por identidades partidistas.
Y
es que resulta curioso que, prácticamente horas después del anuncio de la
Procuraduría General de Justicia del Estado sobre la captura de Jorge Antonio
Hernández Silva, alias “El Silva”, asesino confeso de Regina; en la Conferencia
Permanente de Congresos Locales (COPECOL), el diputado priista y también
presidente del Congreso local, Eduardo Andrade Sánchez, haya declarado que en
breve (una semana después, a partir del cinco de noviembre) se podría aprobar
la Comisión de Protección a Periodistas, como parte de los trabajos con los que
se abrirá el Segundo Período de Sesiones Ordinarias de la Legislatura
veracruzana.
Asimismo,
“el político de la voz galante” indicó que existe interés de otras entidades
por copiar el modelo “pionero” que adoptó Veracruz para garantizar la seguridad
del periodista.
SUI GENERIS
¿Habrá
jugado el “destino” a favor o la captura del “malviviente Silva” y la
concreción de la Comisión y para la Protección a Periodistas son un marco
populista para lograr tener al gremio a la expectativa y con amplias
posibilidades de aliarlos, de cara al proceso electoral del año venidero? Quién
sabe. Dijera mi abuelo: ese ya es un “supositorio”.
Lo que sí es un hecho es que este
contexto, sumado al aquelarre de la casa del Ejecutivo estatal denunciada por
Miguel Ángel Yunes Linares, así como la inhóspita obra pública que el
ayuntamiento xalapeño está por realizar en zonas “visibles” como la Avenida
Rafael Murillo Vidal, parecieran formar parte del aparato populista que
honraría las palabras de Juvenal; con un circo cuyo objetivo es posicionar
colores.
Es aquí cuando la pregonada renovación
priista debe entrar en acción, no permitiendo que su bandera tricolor luzca de
formas tan inverosímiles y procurando ejercer una demagogia propositiva (sí,
así como lo leyó: propositiva, porque sí se puede).
¿O
qué? ¿Tan pronto dejarán que los críticos de la regresión tengan razón? Ojalá
que no, pues de lo contrario, podríamos decir que el caso de Regina es tan sólo
“la puntita” del iceberg que esconde bajo las aguas una potente maquinaria que
invitará, con la alegórica etiqueta de “vamos a popular”, a un pueblo todavía
indefenso para que forme parte de un sistema viejo que una vez más quebrantará
la posibilidad de alcanzar una democracia verdadera o ya de menos, funcional, y que desde luego, seguirá avivando una tendencia mundial desatendida en México, como la legitimación de los derechos humanos. ¿O usted qué opina, amiga y amigo lector?
Twitter: MA_GomezPolanco
Facebook: Miguel Ángel Gómez Polanco
Correo electrónico: magomezpolanco@gmail.com
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