viernes, 23 de marzo de 2012

VÍA CRÍTICA / Panecillos hostiles


Por Miguel Ángel Gómez Polanco

Hace poco recibí uno de los calificativos que más orgullo me han dado, debido al contexto que lo envuelve y, sobre todo, por conocer la filia política de quien decidió llamarme así.
            “No seas amarillista y conserva la objetividad que te caracteriza”, expresó un usuario en la cuenta de Facebook del que suscribe, descontento con una crítica que hice por los gastos que realiza la Secretaría de la Defensa Nacional para la compra de “pantimedias color champagne”, con un costo superior a los 200 mil pesos, que de acuerdo con la explicación de este mismo personaje, “son para las mujeres de las Fuerzas Armadas y con ellas combaten a la delincuencia organizada con muchos más webos (sic) que nosotros”.
Lo anterior, acepto honestamente, era de mi total desconocimiento. No obstante, le aclaré que mi cuestionamiento iba dirigido al alto precio que poseen estos aditamentos, según lo revela el propio sitio web de la citada dependencia federal.
            Posterior a ello, procedí comentando a esta persona, quien dice ser comunicólogo y estudiante de maestría, que el término “amarillismo” no cuadraba con el señalamiento que pretendía aplicarme, pues este modismo, derivado de una historieta nacida hacia finales del siglo XIX, denominada “The Yellow Kid”; ha mutado para convertirse en un estilo periodístico que se caracteriza por la cosificación de la sensibilidad y exposición de material regularmente ofensivo, ya sea fotográfico o literario.
            “Me parece que lo correcto sería que me dijeras sensacionalista”, le increpé a quien además es alguien identificado plena y abiertamente con Felipe Calderón Hinojosa, así como un férreo defensor de las decisiones que tome el Ejecutivo federal en busca del bien nacional, o por lo menos lo que éste piense que significa ello.
            Usted dirá ¿pero por qué le dio orgullo? La respuesta es simple: con esta acción instintiva, similar a la de un animal acorralado, comprobé una vez más la desesperación que vive el panismo y que se ha traducido en un desorden, que en específico la militancia de Veracruz, se ha encargado de evidenciar con formas tan poco ortodoxas como la de tildarme de “amarillista”, sin saber qué significa esto y defendiendo a capa y espada todo lo que se asocie con su partido, en un intento de redimir las pocas o muchas determinaciones que el presidente ha tomado durante su gestión y que, evidentemente, no tienen tan satisfechos a los mexicanos como para volver a votar por ellos.
            En este momento, los albiazules pasan por una de sus más severas crisis, caracterizada por el divisionismo, las fracturas ideológicas, los malos tratos, las descalificaciones y el desdén de los que andan, curiosamente, “entre azul y buenas noches”.
            Y es que es inevitable recordar el parecido con la época “chucha” del PRD; aquella de las “alianzas impúdicas”, para darnos cuenta que la derecha de nuestro país no se repondrá de este traspié ni con la visita de Benedicto XVI a un estado panista desde hace dos décadas, como lo es Guanajuato.
            Insisto: no es criticar por criticar; su realidad los ha rebasado y ahora pagan el precio de la ineficacia en la solución de conflictos, pues aunque se reconoce que la labor de Vicente Fox y Felipe Calderón ha tenido también sus aciertos (como puede ser la histórica inversión en infraestructura carretera y vías de comunicación en general) los desaciertos han tenido una repercusión muy fuerte, simbolizada principalmente en el tema de la inseguridad y el hartazgo subsecuente.
            Irónicamente Veracruz, uno de los estados bastiones en contiendas presidenciales, parece importarles poco a los panistas.
            Basta conocer el relajo en el que se ha convertido la selección de la fórmula para el Senado, en la que no obstante el fraude comprobado de Fernando Yunes Márquez – a la más pura escuela heredada de su padre, Miguel Ángel Yunez Linares-, el Comité Ejecutivo Nacional ordenó que éste ocupara el primer lugar, para quitar a Julen Rementería del Puerto de la segunda y “ofrecer” a Gloria Olivares tal posición.
            Pero sólo unas horas después, Olivares declinó, consciente de la pugna anti-yunista que existe en el partido y dadas sus conocidas inclinaciones diversificadas entre los grupos de la militancia. A su vez, fueron varias voces las que afirmaron que Julen, ante su retiro de la fórmula, ya “cabildeaba” (por no decir que también imponía) el retiro de Agustín Acosta Croda en la candidatura a la diputación por el Distrito XII, para quedarse “aunque sea” con esa aspiración de hueso. Finalmente se reintegrará en la búsqueda del Senado, pero el precedente ahí está.
También está la impugnación del degradado Alejandro Vázquez Cuevas, a quien muchos ya apodan “PRIpo” (no pregunte por qué), quien a través del Tribunal Federal Electoral defenderá la elección interna y “la llevará hasta las últimas consecuencias”, según él.
Y ya nada más para rematar, también asecha al PAN el escándalo de la candidata Xochitl Tress, así como los reiterativos errores de apreciación de Josefina Vázquez Mota y el descarado (pero al parecer, inútil) aprovechamiento del programa Oportunidades como arma electorera.  

SUI GENERIS
Las demostraciones ahí están ¿qué más le buscamos? El Partido Acción Nacional ha pasado de ser un grupo de aguerridos panistas, para convertirse en pequeños montones de panecillos hostiles que ya no saben cómo componer los errores de ayer. Una verdadera pena.



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