viernes, 10 de junio de 2011

VÍA CRÍTICA / IEV Brother

Por Miguel Ángel Gómez Polanco

¿Recuerda aquel programa, transmitido en México por Televisa, del género “reallity”, llamado Big Brother? Un experimento humano y subversivo, al estilo George Orwell, que impactó al mundo y brindó la oportunidad al televidente de estimular una de las características más interesantes que posee el ser humano: la capacidad de indagación.
            Aunque esto casi inevitablemente genera el morbo, la sensación de saberse observado, y a la vez observar, es una experiencia que desafía hasta los más cuerdos conceptos de la moral; algo que Sócrates ni Kant podrían tolerar, seguramente.
            Pues Veracruz vivió una situación que superó el término “reallity” y dejó a Big Brother en ridículo, protagonizado por el Instituto Electoral Veracruzano (IEV).
            Todo comenzó por un obligado encierro, derivado de la incapacidad para regular elecciones en tiempos asignados, y tener que realizarlas en forma extraordinaria.
De lo sucedido en José Azueta y Coxquihui, ya no hay mucho qué decir. Se resolvió. Lo feo vino después, con el vergonzoso proceso de culpas y absoluciones, producto de ¿qué cree? Sí, camaritas de video en los baños y discusiones sobre la moral en nuestros tiempos, faltando solo el legendario confesionario.
            Sinceramente, no lo comprendo. ¿Cómo puede resolver un instituto así, con amplio pero dudoso historial, qué es moralmente correcto e incorrecto? Y peor aún, basar sus sanciones en esos criterios, entre dimes y diretes, evidenciando la falta de capacidad para investigar y determinar algo que, ahí sí, ha causado una inmoral polémica.
            Hoy, un contralor está en la tablita por usurpar funciones y exagerar en su discreción para “no dañar la moral del IEV”, a pesar de ser alguien con non gratos antecedentes, sobreprotegido y según cuentan, bastante déspota.
Por su parte, la Consejera Presidenta se lava las manos, aboga por el género femenino, y después, es acusada de intimidación por parte de esas mismas mujeres a las que “defendía”, quienes ahora sacan a relucir los métodos utilizados por esta señora para taparle el ojo el tuerto e intentar evitar un escándalo que siguiera ensuciando al IEV.
            ¿Qué pasa? ¿Dónde quedó la moral entonces?
El “IEV Brother” está que arde. Urge aplicar la moda “tiburón rojo” y propiciar una renovación, empezando por la cabeza. Los encargados de sustentar y darle validez al ejercicio democrático en Veracruz, no pueden estar metidos en líos de faldas, voyeurismo y confusión de términos básicos para infundir confianza en los procesos electorales, con una de por sí mala reputación que se supone, deben contrarrestar ¿o me equivoco?


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