viernes, 23 de septiembre de 2011

VÍA CRÍTICA / ¿Caímos en la red?

Por Miguel Ángel Gómez Polanco

Las tecnologías de información evolucionan al paso de la humanidad y sus necesidades, es innegable. El problema es el uso que se les da, y más, cuando la influencia popular se ve inmersa en intereses sobre todo políticos.
            Por ejemplo, tenemos el caso de Barack Obama, presidente de los Estados Unidos de América. Este personaje, sin lugar a dudas, es la muestra más fehaciente del potencial movilizador de una tecnología de la información, específicamente las redes sociales.
            Para Obama, la estructuración de su discurso político se facilitó al valerse de las redes Twitter y Facebook como partes fundamentales de su campaña presidencial y la generación de una opinión pública a favor, bien sustentada.
            El mandatario norteamericano fundó su carrera por la presidencia en una modalidad de contacto ciudadano virtual a través de estas redes, fungiendo más como un gestor de propuestas y no como una figura demagógica, de esas que socialmente forman parte de una verdadera vieja escuela.
            No obstante, aunque el caso del afroamericano pudiera tomarse como un parte aguas en la utilización de la tecnología de forma hábil y propositiva, también hay apartados en los que el poder de las redes sociales puede tergiversarse y ser causal de fenómenos enteramente sicóticos, en perjuicio de un país como el nuestro, donde el acceso a la tecnología -irónicamente- ha sido limitado y sectorizado para el beneficio de unos cuantos, a sabiendas de que los votos pueden ser más fácilmente conseguidos por la práctica del populismo y  técnicas electoreras que abusan de la ignorancia que, aunque nos enojemos, abunda en México.
            Es entonces cuando surge el cuestionamiento sobre la posición que ocupa México en la cantidad de usuarios registrados y activos de Twitter y Facebook a nivel mundial–doceavo y sexto, respectivamente- pues aunque esto pudiera significar una ventaja para la promoción de aspectos que coadyuven al mejoramiento del país, pareciera que esta característica está supeditada al “tipo” de información que el mexicano quiere obtener y/o difundir en estos sitios.
            Por ello, las medidas como el nuevo y “perturbador” artículo 373 del Código Penal del estado, no deben considerarse un impedimento para la libertad de expresión, pues si bien significa una lacerante exhibición de la carencia de garantías, lo importante será que como ciudadanos nos demos a la tarea de aprovecharlo para elaborar discursos que, como el mismísimo Barack, sirvan para seguir señalando sin temor lo que requiramos, sin caer en la truculenta red –y no social- que se nos ha tejido.



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