viernes, 2 de septiembre de 2011

VÍA CRÍTICA / La palabra de moda

Por Miguel Ángel Gómez Polanco

El 23 de junio de 1985, mueren 329 personas que viajaban a bordo de Boeing 737 de Air India, luego de explotar en éste una bomba colocada presuntamente por separatistas del país hindú.
Cuatr0 años más tarde, el 27 de noviembre de 1989, en Colombia, la disputa territorial entre los cárteles de la droga de aquel país, provoca una de las perores tragedias registradas por este motivo: el Cártel de Medellín “explota” un Boeing 727 en la capital Bogotá, muriendo los 107 ocupantes. Entre las víctimas, se logra identificar a dos integrantes del Cártel de Cali.
De igual forma, el 31 de enero de 1996, más de 200 muertos y mil 400 heridos fue el saldo que dejó un ataque suicida protagonizado por la guerrilla tamil, al impactar un camión-bomba contra el edificio del Banco Central en Colombo, en Sri Lanka.
Por otra parte, en los Estados Unidos de América, en el fatídico y recordado 11 de septiembre del año 2001, dos aviones se estrellan en las emblemáticas Torres Gemelas de Nueva York, provocando su desplome. Casi al mismo tiempo, pero en el edificio del Pentágono en Washington, otro aeromotor es impactado. Posteriormente, un cuarto avión cae a unos kilómetros de Pittsburg. De todo ello, la cifra final fue de 2 mil 976 muertos.
Recientemente, en Noruega, un ataque perpetrado por Anders Behring Breivik en la capital Oslo y en la isla de Utøya, deja un saldo oficial de 77 muertos.
A lo anterior se le denomina terrorismo, considerado como “la búsqueda de coaccionar y presionar a los gobiernos o la sociedad en general para imponer sus reclamos y proclamas”, de acuerdo con definiciones de expertos en la materia.
Pero la calificación de “terrorista” ha sido reinterpretada. Ahora, por ejemplo, el término también es utilizado para describir a todo aquel opositor que no comulgue con la ideología de un sistema gubernamental, con o sin violencia de por medio, incluso con simples “alborotadores”.
Sin embargo, está el caso de aquellos que, valiéndose de las herramientas tecnológicas disponibles, “sabotearon” la tranquilidad social, producto, tal vez, de un miedo generalizado que nos agobia a todos los mexicanos, haciendo de la palabra terrorista –ahora de moda- un concepto vertiginoso y ciertamente confuso.
Según la Real Academia Española, terrorismo es la “sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror”. Tal vez por eso sea que incendiar taxis y calcinar personas en ellos, no se considere terrorismo, sino pandillerismo o ajuste de cuentas, pues no había un precedente similar. O quizá se deba a que en México, al terror se le llama “guerra”. Se me ocurre que por eso sea, pero no soy terrorista, lo juro.


 



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