El 30 de octubre de 1938, en los Estados Unidos de América, un hecho sin precedentes marcó la historia de la radio en aquel país, y dejó un muy particular recuerdo en la memoria de quienes fueron parte de la inusual narración protagonizada por el multifacético Orson Welles, en la que de forma completamente realista y alarmante, describió lo que parecía una invasión extraterrestre.
El ejercicio correspondía a la adaptación del clásico literario de H.G. Wells, “La Guerra de los Mundos”, que por vez primera contaría con una versión radiofónica.
Aquel día, quienes sintonizaron la intervención de Orson en los momentos que transcurría la acción más dramática, se atemorizaron de tal manera que, incluso, provocaron un caos de interpretación impactante, pues harían de las comisarias y calles de Nueva York –principalmente- una caótica e imaginativa ambientación de la invasión que se desarrollaba en la historia.
Fue así que, después de una hora de histeria colectiva, la nota final la daría el propio Orson Welles, quien al ver el alcance de su “experimento”, pidió una disculpa que no fue bien recibida por la ciudadanía. No obstante, la única verdad para Welles radicó en el logro de mover masas a través de un discurso bien elaborado y sin importar la veracidad de lo que se narraba, demostrando el poder de un medio como la radio, pero sin exentarlo de un mal uso con capacidad de trascender a lo trágico.
Pero 70 años después, los rumores y el ingenio de los veracruzanos jugaron una mala pasada similar, al hacer fluir versiones de supuestos ataques a los asistentes de la Plaza Lerdo, la noche del 15 de septiembre, algo que como ya es costumbre en nuestro estado -y muy parecido a lo acontecido con los radioescuchas de Orson Welles- desataría en el imaginario colectivo suposiciones y creencias que dieron como resultado una afluencia menor a la registrada en otros años.
Esta comparación no sugiere una crítica por las variadas interpretaciones que el ser humano por sí mismo, los medios de comunicación y las redes sociales somos capaces de crear para infundir un miedo con el que nos hemos tenido que acostumbrar a vivir, pues los hechos ahí están y sin innegables.
Sin embargo, la herencia de Orson, no es más que un ejemplo de la importancia de la información y nuestra responsabilidad para seleccionarla. En la ciudadanía está no ceder al temor y exigir lo que le corresponde, sin imaginar de más, aún cuando quienes fueran a las plazas cívicas en años subsecuentes, sean puros acarreados, y no quienes contamos con la oportunidad de estar bien informados.
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