Es por demás sabida y comprobada la efectividad que proveen las redes sociales para la difusión de la información. Incluso, dichas plataformas se han convertido en referentes de la comunicación global para toda clase de finalidad, incluyendo las no precisamente honestas y con buenas intenciones.
No obstante, sitios como Facebook y Twitter, principalmente, son actualmente dos de las fuentes de información más importantes del mundo, en las cuales la libertad de expresión juega un papel determinante y que sin duda, debe procurarse en vías de mejorarla, más no de pervertirla con métodos de represión de los países donde este derecho establecido internacionalmente, resulta estorboso para las élites que pretenden silenciar y aislar por completo a la sociedad.
Lamentablemente, los intentos por acabar con la apertura de las redes sociales no cesan, y recientemente podrían dar un vuelco trascendental que ha puesto los nervios de punta en los usuarios, específicamente de Twitter, así como impulsar la más fuerte inconformidad vista en este sitio desde que fue creada en el año 2006 por Jack Dorsey, en San Francisco, California.
Twitter ha dictado una nueva política de uso en sus términos y condiciones, la cual dotaría a la administración de esta red “borrar y/o bloquear” publicaciones en las que se haga referencia a los tópicos que los gobiernos de cada país pidan no ser tocados (aunque también lo ha negado en una serie de comunicados).
En este contexto, hay tres factores que convierten esta acción emprendida por la red social mencionada, en algo verdaderamente preocupante y que establecería fuertes limitantes en hechos concretos que se hayan concebido mediante la publicación de información como la que fluye permanentemente en este sitio.
El primero de ellos es lo relacionado a la libertad de expresión, sin duda. Coartar este derecho en cualquiera que sea el entorno, significa una grave omisión que, ante la ahora tangible expansión de Twitter, estaría en riesgo de promover una fuerte rebelión de los usuarios que han encontrado en esta plataforma una útil herramienta para la dignificación, legitimación y denuncia de los problemas que afectan a sus lugares de origen.
Ejemplo de esto: lo sucedido en Túnez durante el 2010 y que alcanzó un punto climático en Egipto, donde se detonó el derrocamiento del entonces dictador Hosni Mubarack, cediendo a la exigencia popular de un gobierno democrático y dándole el nombre de la “Primavera Árabe”, después de 30 años de régimen.
El segundo factor es la intervención de gobiernos como el de Arabia Saudita, de donde se dice que el príncipe Alwaleed Bin Talal habría invertido cerca de 300 millones de dólares en Twitter a través de su compañía Kingdom Holding, con el principal objetivo de condicionar las publicaciones provenientes de este país, así como otras que se asocien con posibles acciones ciudadanas en busca de golpes de estado. Cabe destacar, además, que el estrafalario Bin Talal tiene una fuerte fijación por invertir en medios de comunicación de todo el mundo, con la intención de controlar la información que circula en torno a su persona.
Mientras tanto, el tercer elemento va de la mano con la repercusión del nacimiento y momentáneo freno a la ley SOPA (Stop Online Piracy Act) en los Estados Unidos, en la cual a través de un argumento de protección a la propiedad intelectual y combate a la piratería, se habría dado rienda suelta a un sistema de restricciones de contenido que irremediablemente afectarían a aquellos usuarios que comparten información de todo tipo en el mundo, limitando las oportunidades de establecer una conectividad global favorable, lo cual es el fundamento de la Internet.
Por todo lo anterior, ya circulan diversas manifestaciones como el hashtag #Censuramesta y movimientos como el que encabeza el sitio activista español Actuable, con lo que se pretende echar para atrás esta determinación de la red del pajarito.
SUI GENERIS
¿Qué pasaría si México se integrara a una medida como la que Twitter ha establecido? La comunicación confirmaría el complejo oligárquico con apellidos Azcárraga, Salinas, Slim y Vázquez Raña, además de acortar los parámetros de expresión en una sociedad civil urgida de herramientas para elaborar criterios más razonados, menos materialistas y sin la necesidad de insinuar una trama de vida real como la que George Orwell expone en su novela “1984”.
Esto podría ser un hecho si se aprobara la llamada ACTA, que similar a la SOPA, no aclara el concepto de la falsificación y desde luego, representa el primer paso de una censura cibernética que privaría el derecho de compartir y expresarse vía Internet. Hasta el momento, 22 países han firmado este tratado internacional, ¿será México el 23?
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