viernes, 20 de abril de 2012

VÍA CRÍTICA / Reforma Política: el “Presidente” en funciones


Por Miguel Ángel Gómez Polanco


Probablemente una de las virtudes más grandes que puede –y debe- tener el ser humano, es la seguridad en sí mismo. No obstante, esta característica es a veces confundida con la capacidad de ambicionar a tal grado que dejen de importar los intereses de terceros y el camino se convierta en una cadena de tropelías que dejan al descubierto la adquisición de una naturaleza intransigente y autoritaria.
            Sin embargo, en el juego político de México, esto parece ser una falsa cualidad que apuesta por la estrategia electoral con miras a la obtención del triunfo, sin que importe la verdadera intención de que sean los ciudadanos, como  principales beneficiados/afectados, los que tengan posibilidad de ejercer su derecho a participar en los diversos temas que involucran el desarrollo de la nación.
            Claro ejemplo de lo anterior es lo sucedido con la aprobación de la polémica y sesgada Reforma Política por parte de la Cámara de diputados saliente el pasado 19 de abril, que comprobó la teoría sobre la paralización de modificaciones constitucionales realizadas por la mayoría dominante en el Congreso de la Unión, para beneficiar al que ya ven como futuro presidente de México.
            El atole con el dedo que representa esta “reforma”, deja fuera la aplicación de las figuras que probablemente le daban su esencia ciudadana, quedando en una evolución parcial que únicamente servirá al candidato priista para decir que él “sí cumple con los cambios que han quedado estancados por mucho tiempo, debido a la intervención de administraciones de otros partidos”, pero manteniendo intocable y con un poder absolutista al presidente, apoyado por diputados y senadores del mismo color.
            Por ejemplo, de los 11 puntos que incluía esta reforma, el Plebiscito y el Referéndum (facultativo u obligatorio) fueron ignorados. Estas figuras de convocatoria, consulta y participación, aunque contemplan el sometimiento de los temas a considerar bajo la directriz del Ejecutivo federal, ampliarían el abanico de opciones conducentes sugeridas por la propia sociedad.
            Asimismo, la de Presupuesto Participativo, cuya finalidad incluir a la ciudadanía en las decisiones vinculadas con el destino de varios de los recursos públicos con los que cuenta la Federación, también fue omitida. De igual modo sucedió con la de Reelección de legisladores, con la que se permitiría evaluar su desempeño y dar continuidad a quienes realmente hubiesen trabajado en pro de quienes los eligieron, limitando el poder de la representación partidista y evitando las mayorías de conveniencia logradas a partir de procesos electorales en los que como candidatos, “comienzan desde cero” y aprovechan la desesperación e ignorancia de la gente para ganar, con propuestas meramente retóricas y oportunistas.
            Pero tal vez la más sobresaliente, y a la vez lamentable, es la de Revocación del Mandato; figura adoptada a nivel federal por países como Venezuela (sí, donde gobierna aquel “tirano socialista” que habitualmente es comparado con Andrés Manuel López Obrador) y Bolivia en Latinoamérica, así como por algunos de las potencias más importantes de Europa en los que la democracia es un eje prioritario y que mediante su instrumentación, dotan al ciudadano de la decisión para mantener o cesar a su presidente y funcionarios en general, de acuerdo con los resultados que éstos entreguen, fortaleciendo además el vínculo con el pueblo.
            En este contexto, aunque no todo se echó en saco roto pues se aprobaron las Iniciativas y Candidaturas Ciudadanas, queda claro que éstas no representan gran ventaja para combatir el presidencialismo que invade a México y lo mantiene en el subdesarrollo, cuestionando si en verdad importa a los servidores públicos, incluido el titular del Ejecutivo federal, la aportación ciudadana.


SUI GENERIS
Para quienes criticaron la figura anti-sistema de "Presidente Legítimo", en San Lázaro presentaron la de "Pre-Presidente" con la Reforma Política; una de las modificaciones paralizadas por quien hoy, instruye darle luz verde para fines plenamente electorales en su camino a Los Pinos. ¿Cuál vale más la pena?
            Y es que, como lastimosa apología, hace justo 159 años, Antonio López de Santa Anna asumía el cargo como presidente de la república por onceava ocasión (y última, debido a su renuncia) autonombrándose “Su Alteza Serenísima”.
          Hoy, el desabastecimiento de garantías participativas y de legitimación democrática para la ciudadanía, a través de una reforma que cumple con la manipulación de modificaciones que sirvan como eslogan, pero no como solución; hacen las veces de profecía sobre las bases que tendrá Enrique Peña Nieto de ganar la elección, convirtiéndose en la “Alteza Serenísima” de su partido para el Congreso de la Unión, donde desde ahora –y probablemente en igualdad de circunstancias después del próximo primero de julio- le han dado el estatus de “presidente en funciones”, antes de ser elegido. Para preocuparse.



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