Por Miguel Ángel Gómez Polanco
“Debajo de esta máscara hay más que carne;
hay ideas y las ideas son a prueba
de balas”
-V
Aunque
el pasado primero de diciembre comenzó oficialmente una nueva etapa en el país,
con el regreso de la fuerza hegemónica que por más de 70 años se
estableció al frente del Poder Ejecutivo en México; el verdadero inicio de este ciclo de
alternancia, más no de transición, será en el 2013, pues otra vez se da la
invaluable oportunidad para hacer valer la democracia en la que se fundan los
mecanismos electorales de la Nación a través de las elecciones locales que se
celebrarán a mediados de año.
Y es que, no obstante que existen
grupos que han hecho de la insuficiencia democrática una bandera para denostar
el sistema en el que se rige nuestro país, la realidad es que México goza de
uno de las estructuras electorales más desarrolladas del mundo, por encima de
países más avanzados basados en sistemas mixtos, presidenciales o
parlamentarios, aunque esto, desde luego, no garantiza la correcta aplicación
de las leyes en pos de la propia democracia, pues el problema principal no
radica en la jurisdicción electoral, sino en la sociedad e instituciones que
hacen uso de ella.
Por ello, la participación ciudadana
es determinante para alcanzar un nivel de aceptación y cultura democrática con
la que el país podría por fin avanzar en este rubro, dejando de ser entre el 60
y el 65 por ciento de nosotros quienes elijan al nuevo presidente y de los
cuales, con el ajuste poblacional correspondiente, termine siendo
aproximadamente un 24 por ciento de 112.3 millones de mexicanos quienes decidan el triunfo, provocando efectos revolucionarios, insurgentes y esbozos de disidencia
en un país cada vez más despierto, pero con la somnolencia propia de no tener
certezas para pasar a la acción y dejar su inconformidad en las redes sociales
o una poco ortodoxa toma de espacios públicos.
De ahí que resulte indispensable dar
otro sentido a las expresiones como el “1D” o “#TodosSomosPresos” y otras que
centralizan el interés y polarizan la opinión pública, pues no se trata de
apresar políticamente las conciencias, sino de que éstas crean en el papel de
la ciudadanía y se ejerza dentro de los ordenamientos jurídicos que le den
el poder que posee de manera innata, como parte electiva del otro poder que la
gobierna.
En este contexto, es vital que se
haga caso omiso a las mociones que pretenden infundir mayor inestabilidad,
algunas tan inverosímiles como la participación misma de gente destacada en
ellas.
Caso
ejemplar de lo anterior es la que recientemente apoyó el Premio Nobel de la Paz
1985, Alfredo Jalife- Rahme, quien a través del portal virtual de ciberactivismo
“Causes.com” promueve una campaña en la que pide la desaparición del Instituto
Federal Electoral, donde hasta el momento de cerrar el texto presente, ya había
14,262 firmas de apoyo a una iniciativa ciudadana que evidencia un claro desconocimiento
del por qué de un órgano autónomo regido por leyes que le han otorgado el blindaje necesario para apostar
por la democracia ideal que, si bien es cierto, no se ha conseguido, tampoco se
debe precisamente a su “inutilidad”, sino al entorno que lo envuelve, en el
que se encuentra precisamente un grave problema de percepción y el
aprovechamiento de ello, por parte de las instituciones políticas.
Pero
usted dirá ¿por qué es inviable esto? Y ciertamente es sencillo de responder,
con tantito investigarle: el sistema electoral ha pasado por 23 reformas desde
la promulgación constitucional del Congreso Constituyente en 1917. Durante este
tiempo, siete leyes han regido el tema, en las cuales los intereses que, sobre
todo a partir de 1946, el PRI se encargó de adecuar a modo con el apoyo de una
débil “oposición” panista y la contra de pequeños grupos de la hoy inexistente
izquierda; con la finalidad de establecerse en el poder y que, como menciona
Jesús Cantú en su ensayo “El sinuoso andar de la democracia mexicana”, gracias
a “errores de cálculo”, perdieron en la década de los noventa, para dar lugar
al primer intento de transición en la historia democrática de México, con el
triunfo de Vicente Fox en el 2000.
Asimismo,
el nacimiento del IFE como instancia reguladora de la elección, pero sin
capacidad de emitir fallos que son exclusivos del Tribunal Electoral del Poder
Judicial de la Federación; acabaron con la simulación que la Secretaría de
Gobernación y las representaciones de los Poderes emprendían para legitimar
comicios amañados que en la actualidad ya son más complicados y con una
significación muy diferente.
Luego
entonces ¿qué es más conveniente? ¿Desaparecer el IFE y, entonces sí, dotar de “regresión”
al país con sistemas manipulables que dificulten aún más el alcance de la
democracia o pugnar porque los partidos políticos reformen sus estatutos con
enfoques sancionables para que no sea necesario seguir imponiendo “candados” al
sistema electoral, por aquello de los “adelantados” y la mala utilización de
recursos públicos de todo tipo, con el objetivo de perpetuarse en el poder?
SUI GENERIS
El
primer paso para que regresemos a las mismas, ya está dado. Al parecer, la
crisis del PAN obligará a la institución no a reformarse, sino a convertirse
una vez más en la sombra de un priismo que los mexicanos hacemos votos porque
de verdad haya desaparecido, dando lugar a uno propositivo y que ejerza la
aparente vacilada que hasta el momento representa el neoliberalismo.
Así
también, la ambigüedad de la otrora izquierda mexicana que va más por el
alboroto valiéndose de la euforia juvenil, ha fomentado la banalidad en sus
acciones, poniendo en peligro la comprensión de los derechos
político-electorales que aún reformados, siguen siendo auto-saboteados en
lugar de utilizarlos a favor del bien común.
El turno es para las y los
ciudadanos, quienes deben dejar de sentirse “presos” y comenzar por utilizar
términos como “#TodosSomosLibres” para vivir una nueva era en el país.
Aquí
sí es válido desaparecer algo: el pesimismo y la paranoia conspiratorio-represiva,
para que en lugar de limitar, nos hagamos del conocimiento y la práctica que
corresponden al momento que vive México, pasando de tomar cada elección como
una “prueba soflama” y verla ya como una “prueba de fuego” real que despierte
el goce de los derechos que, aunque no lo creamos, poseemos
constitucionalmente.
¿O
usted qué opina, amable lector?
Twitter: @MA_GomezPolanco
Facebook: Miguel Ángel Gómez Polanco
Correo electrónico: magomezpolanco@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario