Miguel Ángel Gómez Polanco
A estas alturas, amiga y amigo lector, es evidente
que el poder de las redes sociales -sobre todo en el contexto electoral- es
interminable. No de balde las demostraciones que hoy en día tienen en coyuntura
al país, partiendo de la sociedad, logrando avizorar cambios drásticos en el
pensamiento colectivo y que probablemente se reflejarán en las urnas en primera
instancia (y ya veremos si después también).
Por ello, en un afán de proveer a este panfleto de un sentido didáctico
(ya que el magisterio mexicano, entre pruebas universales y “Enlace” demuestran
su desinterés en la transmisión de este tipo de conocimiento), en esta ocasión
analizaremos lo que el destacadísimo especialista y emblema del derecho
mexicano, Jorge Fernández Ruiz, en su “Tratado de Derecho Electoral”
(Porrúa/UNAM-México/2010), define como “Patología Electoral”, potenciando sus
definiciones en un entorno 2.0; es decir: enfocando su aplicación en la
viralidad que alcance el documento a través de las redes sociales y, con ello, poner
en antecedente a los “defensores de la democracia” y movimientos en pro de la
información, sobre las prácticas que casi con seguridad se harán presentes el
próximo 1 de julio.
Primeramente, conozcamos el término “mapachería electoral”, cuya
definición de acuerdo con Fernández Ruiz es:
Acciones
ilícitas encaminadas a vulnerar el carácter universal, libre, igual y secreto
del voto, mediante el engaño, la manipulación, el despojo, el entorpecimiento,
e incluso, la violencia.
Ahora bien, es importante señalar que cada una de
las algunas de las patologías electorales más regulares que aquí se
describirán, tienen una sanción en el Código Penal Federal, por lo que son
susceptibles de denuncia ante la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos
Electorales (sí, aquella del chistecito promovido por la institución misma con
lo de “denúncialo ante la Fepade”), por lo que no se debe dudar en que si las
observa, obtenga la mayor cantidad de pruebas posibles para respaldar su
exhibición.
Entre las más conocidas y sintetizadas del “Tratado
de Derecho Electoral” están:
· El célebre acarreo: Identificado
con la coacción del voto; el acarreo electoral es la transportación de
trabajadores de una dependencia o empresa a la urna, para que voten por un
candidato en específico.
· Anulación del voto:
Terminada la jornada y a la hora del escrutinio, la anulación del voto se da
tachando la boleta en el espacio destinado a otro candidato o coalición, para
que aparezca que votó por varios. En este es importante saber cuáles son las
formas habilitadas por el IFE para votar, pues por ejemplo, en el caso de las
coaliciones Movimiento Progresista o Compromiso por México, tachar los tres
partidos o dos, respectivamente, sí representa un sufragio válido.
· ¡Se cayó el sistema!: Ya
sabemos la historia: fraude cibernético con el fin de alterar las actas de los
resultados electorales.
· Carrusel (y no el de la novela
ochentera): De los más conocidos, el carrusel o “tío vivo”
consiste en la circulación del mapache
por varias casillas para votar repetidamente por un mismo candidato. Es normal
en esta práctica que se dé mediante el uso de varias credenciales de elector.
· Fraude del padre Amaro (o “¡aguas con el
Opus!”): Aumentan las misas en la fecha de la elección y
durante la homilía se “pide” votar por determinado partido y/o candidatos.
· Operación tamal: Desayuno
con tamales y atole (con el dedo) para un grupo de electores, quienes después
asisten a la casilla para votar por el candidato “patrocinador” del manjar.
· Ratón loco: Alteración
de listas nominales para que un elector (de conocida preferencia electoral)
vaya de casilla en casilla “buscándose” y nunca se encuentre, chocándose de hacerlo
y quedándose sin votar.
· Resurrección de los muertos: No hace
falta explicación. Sólo espero que mi tío Egúmeno (1923-2001) prefiera
abstenerse de votar…
· Robo de urnas: Derivan
principalmente de las encuestas de salida, las cuales al revelar una
preferencia, dan razón para el robo de urnas y se altere el resultado de la
casilla.
· Robo hormiga (o la discreta): “Unidad
mínima de robo” que se da cuando una casilla está “reñida” y se recurre al
agrandamiento de la ventaja de un candidato en específico a través de pocas
boletas anuladas a propósito y durante el escrutinio.
· Tacos de votos (o la tempranera): Una
boleta marcada previamente sirve de tortilla y “unas cuantas más” de relleno
para el taco, cuyo depósito en las urnas se realiza regularmente al principio
de la jornada y “alimenta” la votación a favor de un candidato.
Tianguis
de votos: La dádiva en su máxima expresión, justo antes de entrar el elector a
la casilla.
· Tianguis de credenciales: Los
principales afectados son las los electores de bajos recursos, a quienes
durante las campañas -e incluso un día antes de la elección- se les “recogen”
las credenciales de acuerdo con su preferencia, para que no voten por el
candidato rival.
· Tinta deleble: Cambiar
la tinta y poner una que se pueda quitar lavándola, facilitando la múltiple
votación de una o varias personas.
· Terrorismo electoral: Guamazos,
pleitos y macanazos en las inmediaciones de una casilla, con el objetivo de
atemorizar y proceder con su cierre, junto con la anulación de los votos que se
registren en ella.
· Urnas Embarazadas:
Consecuencia de prácticas de las que sobresale el “taco de votos”.
SUI
GENERIS
Así pues, maneras sobran para proceder con el o los
fraudes electorales, por ello es vital considerar cada procedimiento,
compartirlo y entonces sí, en un acto informado-compartido, se apueste por la
democracia gracias a la participación de todas y todos, combatiendo a estos
animales (y no por lo de mapaches). ¿Cómo la ve?
@MA_GomezPolanco
Facebook: Miguel Ángel Gómez Polanco
Correo electrónico: magomezpolanco@gmail.com
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